el juego de los quesitos

Nunca me ha gustado ir de visita. Ese día, además, me daba vueltas una novela que acababa de leer. Se titulaba Iceberg. Después de dos cervezas, dije que me marchaba. Dani sacó del bolsillo un papel doblado y me pidió que le dijera un número. El ocho. Movió los dedos dentro de los quesitos. Me enseñó, pegándomelos a la nariz, los cuatro colores que resultaron de mover los dedos ocho veces. Ahora elige un color. El amarillo. Abrió el quesito y leyó la palabra que había escrita debajo: "Iceberg".

Me preguntó de qué me reía. De nada, dije y me acerqué a darle un beso a su madre. No te vayas todavía, dime otro número, es que quiero que te salga "Dinosaurio".