cleo

Nunca fui de muñecas, pero si tengo que quedarme con una ésa es Cleo. El pelo le olía a brea, el ombligo le asomaba bajo el pijama, me gustaba meterle el dedo en la boca. El pelo parecía estar hecho de púas, muchas veces me lo clavé en los ojos. Me la regalaron el día que cumplí un año. Mi hermana le pintó con boli espirales en la tripa, el pelo le daba alergia y mi madre se deshizo de Cleo. ¿Por qué me tiraste a Cleo?, es la frase qué más he repetido a lo largo de la historia. En el mercadillo de San Telmo, en Buenos Aires, encontré una Cleo. Inmediatamente busqué la firma de mi hermana. Nada, aquella Cleo no era la mía. Le besé el pelo y allí se quedó, esperando a otra niña loca.